
Desde que apareció el primer currículo de una materia de educación tecnológica en la enseñanza secundaria española, a mediados de los años 80, hasta hoy, ha figurado entre sus objetivos el desarrollo de la capacidad de expresar las ideas durante el proceso de diseño de soluciones.
Sin embargo la experiencia acumulada durante todos estos años muestra que, por una desafortunada conjunción de factores y desaciertos, este objetivo no parece alcanzarse en un grado suficiente. En la práctica, los esfuerzos para desarrollar las capacidades expresivas se han limitado a una introducción somera y apresurada al dibujo técnico normalizado.
El modo en que están redactados los objetivos es intencionadamente abierto y escasamente determinado, aunque bastante homogéneo. Dicen, por ejemplo, los sucesivos decretos y órdenes que establecen los objetivos del currículo:
“Expresar y comunicar las ideas y decisiones adoptadas en el transcurso de proyectos tecnológicos sencillos, así como explorar su viabilidad y alcance, utilizando los recursos gráficos, la simbología y el vocabulario adecuados